30 de abril de 2016

Aquila

-No tengo miedo -pensaba Vari y las palabras hacían eco en su cabeza aún no del todo despierta, no del todo dormida-, voy a dejar que pase. -De ésta forma hablaba hacia adentro, sin emitir un solo sonido hacia la realidad externa y se dejó invadir por el habitual infierno de opresión y asfixia, por la misma sensación de muerte, por su diagnosticada parálisis del sueño que tan a menudo venía sufriendo.

-Hola muchacho... -una voz áspera y profunda hizo eco en la habitación, Vari se sobresaltó, pero no abrió los ojos. -No te asustes... no hace falta... -la voz cavernosa le llegaba a lo profundo de la mente y se mezclaba con el infierno de aplastamiento y muerte que sentía en cada poro de su piel. Tenía miedo, había sido valiente al dejarse llevar hacia su calvario, como aceptando la muerte, pero nunca antes había sentido una voz que fuera parte de la pesadilla de la parálisis; aún así, Vari no se atrevió a abrir los ojos. -Debo pedirte que no abras los ojos... -dijo la voz, lenta y pastosamente-. Vengo del Hades con un mensaje para ti, muchacho... -Vari respiraba muerte de a pequeñas bocanadas, estaba agitado, helado del miedo, tratando de soportar el peso cada vez más agobiante de algo que estaba sobre su pecho; sin embargo, abrió los ojos.

-He dicho que no abras los ojos, niño... te has atrevido a contradecirme... -dijo el amorfo pero pequeño ser, espeluznantemente negro, que estaba sentado sobre el pecho del muchacho, solo sus ojos brillaban y también sus dientes afilados al hablar.

-¿Quién eres? -preguntó Vari, trémulamente y notó que estaba inmovilizado, en su cama, su habitación casi a oscuras.

-Eso no importa... -dijo la voz-. Soy un mensajero... y tu, un niño estúpido... no mereces otra cosa que vivir aterrado de ti mismo, sufriendo por tu incapacidad de ver tu propia alma, incapaz de ver tu potencial... incapaz. Eres un pequeño niño incapaz... -la voz poderosa hacia un eco terrible en el corazón de Vari y un brote de indignación brotó desde lo profundo de su ser y se transformó en palabras.

-¿Vienes como un repugnante ladrón y te dices mensajero del Hades? -susurró Vari, pero la voz creció hasta terminar casi en un grito de guerra- ¿Qué es lo que quieres bestia inmunda? Dime cual es tu maldito mensaje y dime porqué habría de tomarlo en cuenta. Vamos, habla, ¡habla ya y vete!

-Pequeña rata insensata... no mereces tu poder y menos el mensaje... pero debo cumplir mi obligación... y tu, tu destino...

-¿Y qué esperas?

-El mensaje que me ha sido dado es el que escucharás ahora... grande es el señor del inframundo y grande son sus misterios... sus propósitos me son vedados pero he aquí lo que has de saber... <<Aquila es tu verdadero nombre, alto volarás y glorioso será tu vuelo. Verás tus garras atravesando la piel del enemigo y tus ojos verán siempre la victoria. Grandes serán tus hazañas y tu honor, y nadie jamás olvidará tu nombre>> -hubo un grandísimo silencio en ese momento, un silencio que dolía como mil agujas, pero con un tono no tan resonante y pomposo, el pequeño monstruo terminó su discurso-. <<Ahora bien, para cumplir tu alto destino, deberás tomar control de tu propio abismo y para ello deberás asesinar al mensajero>> -la voz se volvió trémula-, <<deberás acabar con quien pronuncia estas palabras...>> -El asfixiante silencio volvió a colmar la habitación durante eternos segundos. 

-Con gusto lo haría si pudiera moverme, maldita criatura, pero apenas puedo respirar -dijo Vari rompiendo el silencio, hablando con mucha dificultad, pero, de súbito escuchó una voz propia, en sus pensamientos y la voz decía "sí, puedo moverme", entonces Aquila abrió los ojos al mundo.

-Estoy solo -dijo al fin. Respiró profundamente, recuperando el aliento, mirando con sus penetrantes ojos la realidad de su habitación, de su cama, de su cuerpo y notó que nadie más que él estaba allí, en la habitación y que la luz de la mañana, tenue, entraba por la ventana. Se irguió, salió de la cama lentamente, se acercó a la ventana y miró hacia afuera; el día comenzaba a brillar a la par de Aquila.




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