El final de este cuento es maravilloso.
Es de lo mejor que escribí en mi existencia, una obra cuyo final es
simplemente majestuoso. De hecho no me alcanzan los epítetos para
describir semejante magnificencia y estoy totalmente convencido que
ni al mismo Cortázar le alcanzarían las palabras.
Sí, estoy muy satisfecho con este
cuento, es mi obra cúlmine, mi mayor aporte a la Literatura y sé
que el final los dejará atónitos, cerraran los ojos y sentirán esa
oleada de dulce amargura, esa euforia aplacada, ese cigarro después
del orgasmo. Quiero que sepan que les dedico a ustedes, queridos
lectores, este hermoso cuento, nacido de mi creatividad más pura.
Pero como no quiero ser presumido, con
la humildad que tanto me caracteriza trataré de llegar a los
corazones de todo el mundo a través de una editorial incipiente,
unos muchachos emprendedores que merecen ser reconocidos a nivel
mundial. A ellos también, les dedico estas letras.
He esperado muchas décadas por este
momento. Cuando tenía cuatro años empezó mi ilusión, aquella
tarde en la que con mi mejor caligrafía le escribí una carta al
dueño de la editorial más importante del país, supe con plena
certeza que llegaría lejos. Cómo muchos creen, no fue el hecho de
que mi abuelo fuera el dueño de la editorial la razón por la que a
los cinco años ya tenía mi primer cuento publicado, sino porque sus
asesores, grandes críticos literarios de la época, elogiaron de
forma unánime mi primera obra. No hablaré aquí de la grandeza que
yo creía tener, porque como saben, soy una persona de gran humildad,
por eso me remito a las palabras de esos magníficos sabios que
rodeaban a mi abuelo: "Grandioso" decían, "Una
imaginación digna de un genio", "Es el nuevo Rogelio
Antúnez-Grava" me elogiaban.
Debo decir que en cambio, mi abuelo fue
un fracaso como escritor. Lo recuerdo como un anciano muy triste,
lleno de esa frustración que genera no haber sido publicado jamás.
En su juventud había escrito su único cuento mientras estaba en el
barco de emigrantes. Creo que se trataba de la muerte de un marinero
en una tormenta eléctrica y había algo sobre una historia de amor
como trasfondo. Es decir, un montón de lugares comunes que al
presentarlos ante los editores de aquella época, naufragaron irremediablemente. Pero mi
abuelo era persistente, como su madre lo había sido al salvarlo de
una guerra y a ella dedicó el esfuerzo de crear su propia empresa
editorial. De hecho lleva su nombre: Elvira S.A. Elvira había nacido
en un pueblo pobre y tuvo once hijos, de los cuales cuatro murieron
de hambre siendo muy pequeños, cinco cuando llego la guerra a la
provincia y uno por accidente, al caer en un pozo de agua. Mi abuelo,
el único que vivió, fue metido en la bodega de un barco contra su
voluntad, ya que su deseo era quedarse en el pueblo con su joven
amada, pero gracias a la enorme tenacidad de Elvira se salvó de una
muerte segura, pues el pueblo fue totalmente destruido por una
inundación incomprensible.
En resumidas cuentas, cuando mi abuelo
me contaba la historia de sus antepasados, no podía dejar de ver esa
enorme tristeza, sentía que su alma estaba incompleta porque a pesar
de ser dueño de una editorial, su cuento jamás había sido
publicado, siempre le sugerían cambiar esto, cambiar aquello y
cuando amenazaba con mandarlo imprimir tal cual estaba escrito, sus
asesores amenazaban con renunciar, pero mi abuelo no podía darse el
lujo de perder semejantes críticos. Una y otra vez su barco
naufragaba y su frustración debió haber crecido mucho, hasta el
punto de negar su verdadero afán por ser publicado. "No me
importa publicar mi cuentito", decía, "mi verdadero afán es encontrar al próximo
Cervantes", e incluso llegué a escucharlo decir "No soy
escritor, soy dueño de una editorial, lo cual es muy diferente".
Yo lo entendía, ¡claro que podía
entenderlo! No es fácil saber que nadie leerá tus palabras, aún
siendo un escritor mediocre, por eso es comprensible que haya tenido
una vejez tan triste.
Su última voluntad antes de morir fue
que publicaran mi segunda obra, una novela policial que se llama "El
azar y la mentira", que aún pueden conseguir en algunas
librerías. Tenía ocho años para entonces y he aquí el giro
inesperado de éste cuento que aún siguen leyendo. Con la intriga no
casual que he mantenido, he aquí la parte inesperada, el sobresalto,
el momento en que el corazón se arruga: tenía ocho años cuando
falleció mi abuelo. El ávido lector intuirá esa sorpresa muy cerca
de su corazón y para aquel que es un poco más lento le diré lo que
generó: una revolución.
Mi padre, nuevo dueño de la editorial
me preguntó en ese entonces "¿Cuánto demoraste en escribir esta novela?" y yo le respondí "Una hora y media". A
los pocos días tenía veintitrés novelas escritas, treinta y ocho
cuentos cortos y un poema. El poema nunca fue publicado, porque me
daba vergüenza, pero ahora que han pasado unos cuantos años lo saco
de la oscuridad a modo de homenaje a la valentía y al despertar de
la grandeza que todos llevamos dentro. Incluso de los mediocres.
A continuación transcribiré los
versos de mi único poema, para llegar por fin al clímax tan
esperado. Por eso, he aquí el poema y sus versos, he aquí la
cumbre, ¡he aquí la gloria! He aquí el final de este cuento:
"Yo veo por la ventana
hacia tu floreado jardín
ansío la gran llegada
de tus labios de rubí.
Deseo tanto tu mirada
sediento de morir
por tus manos y en la cara
dibujar tu risa al fin."
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