24 de abril de 2015

Caída en la avenida

Como siempre suele ocurrir, son las desgracias, las cosas feas, las que nos hacen cambiar; mutar en mejores o peores, nos dan la posibilidad de crecer o empequeñecer, y es que siempre que ocurren, algo podemos aprender de ellas.

Parece que fue ayer cuando pasó lo que les voy a contar, aunque hace años que ocurrió. Imagínense, iba camino a la escuela, así que fue hace un par de siglos. Fue en ese entonces cuando tuve la brillante idea de ayudar a un ciego a cruzar la Avenida Vladimiro Rojas. 

Yo era un niño tímido, pero valiente (pregúntenle a la vecina que tenía un perro llamado Goliat, a ver que les cuenta) y siempre que podía demostrarlo no dejaba pasar la oportunidad. Esa mañana, como les decía, iba camino a la escuela cuando con una expresión hidalga en la cara, ayudé al ciego y cuando llegué al otro lado ya estaba completamente decidido a dar un paso más y convertirme en un superhéroe, para combatir el mal y ayudar a los más necesitados. 

Esa misma tarde luego de la escuela, me dediqué a lo que creía fundamental en la transformación heroica de mi ser: hacer el disfraz. Con una tenacidad supersónica, propia del entusiasmo infantil, me dediqué primero al antifaz, hecho con una cartulina negra y un elástico pintado del mismo color, luego me infiltré sin ser detectado en la casa de mi abuela, que vivía en la misma calle y "tomé prestada" una cortina roja, roja furiosa, la cual se convirtió en mi capa. Después me sumergí en una búsqueda en las profundidades de mi ropero, hasta que encontré mi pijama viejo. Me quedaba chico, muy ajustado, pero me sentí tan poderoso como se sentirían los héroes en los comics, con esos trajes pegados al cuerpo.

El pijama era blanco con dibujitos de cohetes (de los espaciales) y estrellas, por lo que cuando me vi al espejo con el cinto de mi padre, los guantes rojos de lavar los platos, de mi madre y mis botas de lluvia, sumadas a la capa y el antifaz, era evidente que desde entonces sería Rocket Man. El Hombre Cohete. Capaz de volar a la velocidad del sonido y hacer explotar  con los rayos laser que salían de mis ojos a todos los villanos que me encontrase.

Esa misma tardecita, decidí ir a visitar a mi mejor amigo que vivía a pocas cuadras. Con mi disfraz puesto y mucho coraje, llegué a la esquina y al ver a un ancianito que llevaba bastón, me dirigí solemnemente a cumplir mi primera misión. Le pregunté al viejito si quería que lo ayudase a cruzar, a lo que respondió con un "¡Oh! ¡Si! ¡Un Superman!". "No señor, yo soy Rocket Man" le dije respingadamente y esperamos la luz verde. 

Cuando el semáforo cambió empezamos a cruzar, pero en la mitad de la avenida, el abuelito trastabilló y el bastón cayó al piso. Él afortunadamente se mantuvo en equilibrio y yo en un gesto de heroicidad me agaché para levantar el bastón, pero algo salió mal. Fue en ese momento que sentí un ruido de tela rasgada y mucho aire en mi trasero; era el momento de la derrota llegando a mis espaldas.

Este tipo de vergüenzas son siempre amargas, más aún en este caso, porque a la vista de todos los automovilistas quedó expuesta mi vulnerabilidad, mi verdadera identidad humana, tan convencional como cualquier otra. Por lo que fue así camaradas, que llegó el fin de Rocket Man. Fue un golpe duro, pero puedo decir que fui  superhéroe por un día.




18 de abril de 2015

Levando anclas


En Nápoles conocí a una hermosa griega, y juntos viajamos a Andalucía, pues queríamos conocer el Tajo de Ronda malagués. Fue allí que decidimos viajar a América y en Buenos Aires nos quedamos. Nos casamos y encargamos un bebe a una loca cigüeña que pasaba, pero por esas cosas de la vida, nació en Montevideo. Allí, frente a la rambla, vivimos muchos años hasta que nuestro Carlitos se independizó, fundó una empresa de viajes, "Ecotour" y nosotros decidimos continuar nuestro camino. Estuvimos en Nueva York, Liverpool y luego Kiev, y allí permanecimos.


Fue en esos años en que nuestro hijo Carlitos viajó por todo el mundo, y en breve tiempo conoció el doble de ciudades que nosotros. Pero Kiev le seguía quedando pendiente, tal vez porque una aguja le pinchaba el corazón cada vez que pensaba en sus padres, tal vez porque no fuimos los típicos papás anclados a la rutina y el hastío que él, a pesar de todo, podría esperar.


Igualmente algo ha cambiado en él, y vendrá a visitarnos esta semana. Estamos algo nerviosos, porque nos dijo que quiere quedarse aquí, con su familia, pero nosotros ya estamos planeando el próximo viaje.





11 de abril de 2015

Signos vitales


Signos vitales es una recopilación de relatos, en donde cada signo está representado en un cuento corto, a mi subjetivo criterio. Son historias que no buscan ser espirituales, moralistas o ni siquiera filosóficas. ¡No buscan nada! Solo ser y con suerte dejarles algún sentimiento. 

Espero que les guste.
http://recordedreams.blogspot.com.uy/search/label/4.%20Signos%20vitales




4 de abril de 2015

Paredes y espejos

Un día Ernesto escribió un libro y el personaje de ese libro era escritor y le pasaban muchas cosas que a Ernesto también le habían pasado y estaba escrito con el corazón y cuando lo terminó se sintió bien.

Ernesto no era escritor, pero escribía. Había momentos en que sentía una presión como ajena y cuando quería acordar estaba con su cuaderno inventando historias y personajes, pero la mayor parte del tiempo hacia otras cosas y con sus historias no hacía nada, quedaban fríos en sus cuadernos. Era pintor de paredes, tenía un perro y le gustaba comer fideos con queso, de su vida no había mucho más que contar, hasta que llegó una mala temporada. Llovía mucho, había mucha humedad, no se podía pintar afuera y por eso pasaba mucho tiempo solo en su pequeña casa. Ya las paredes vacías comenzaban a reflejar su blanco hastío, cuando en una película algo se movió dentro de él. La película que Ernesto vio esa noche se trataba de un escritor, un perdedor que había escrito un libro exitoso pero que luego de 20 años no había escrito nada más porque no había vivido nada más. Se sintió identificado, y la vacuidad que sentía el personaje se fundió con la de él. Cuando la película llego a un nudo y a un final y terminó, el también llegó a un nudo, a un final y terminó.

Eran las tres de la mañana cuando apagó la televisión y terminó con su vida. Murió alegóricamente, dejó detrás su cascara hueca y salió a la calle. Allí se encontró con la vida. Estaba en la esquina a pocos metros de su casa, con forma de mujer. Ella lo miró y él se acercó. Le dijo que no tenía plata pero que solo quería salir a pasear con ella. Ella le respondió que no, porque estaba trabajando, pero que venga al mediodía que lo iba a esperar. El hombre deambuló por la ciudad como un fantasma borracho, se hizo la mañana y el mediodía y allí estaba él, en la esquina de su casa, esperando por su compañera, que nunca llegó. Con su soledad agigantada volvió derrotado y con sueño a su pequeña cama. Se durmió y soñó con niños que leían sus cuentos y le decían que querían ser escritores, como él.

Cuando despertó se puso a escribir, pero tardó 20 años en escribir un éxito y después murió. Pero he aquí que el éxito que escribió lo hizo famoso en todo el mundo y un día hicieron una película basada en su libro, y el actor que interpretaba el papel principal, el del escritor que quería publicar un éxito, se identificó mucho con el personaje, porque él también quería ser famoso. Su actuación fue memorable, y aunque nunca volvió a actuar a ese nivel, ni ha recuperado la fama que logró con la película, su papel le dio vida a la película, un brillo especial. Ese brillo fue el que inspiró a volver a escribir a una mujer que hacía mucho tiempo que no escribía y no era famosa, y no quería serlo. De hecho la mujer se sentía muy sola y volver a escribir la llenó tanto, que murió feliz, alegóricamente, por supuesto.


Claro que los poemas que escribía esa mujer, debieron ser editados, debió ser famosa, pero lamentablemente el resto del mundo se perdió de sus rimas. El punto es que la mujer soltó su cascara hueca y decididamente salió a la vida con un nuevo objetivo, conocer a Ernesto. Nunca lo encontró porque ya estaba muerto, pero en realidad se habían conocido una noche ahora lejana.