28 de marzo de 2015

Infantes

Esa tarde se vengó. Salió corriendo de la cocina y acuchilló a Miguelito por la espalda; así quedaría claro quien es el favorito del jardín y la maestra lo amaría para siempre.
¡Hoy los niños aprenden tan rápido!



22 de marzo de 2015

Y el gato sonríe

Había una vez una niña que se llamaba Alicia y vivía en el campo. Su mamá le había regalado un libro y ella lo había leído ávidamente en las tardes frescas y tranquilas de la estancia, a la sombra de un gran sauce. Los personajes eran fantásticos y divertidos; el conejo apurado, la oruga opiácea, el sombrerero loco y la reina de corazones habían empujado el límite de su imaginación y se sentía cada vez más en un mundo de maravillas. Rápidamente se encariñó con el personaje principal que se llamaba igual que ella y se dejó sumergir en las aventuras que página tras página la alejaban del aburrido mundo en el que estaba.

Una tarde, habiendo terminado el libro, la niña se quedó paseando por el prado de la estancia pateando piedritas, cantando y tocando los arboles ensimismada, hasta que de golpe se despabiló. Allí, en el suelo frente a ella, había un agujero. Era igual al que había imaginado, porque la Alicia del libro se metía en uno y era conducida al país de las maravillas en el que tantas cosas le pasarían luego.

- Es el agujero del conejo.- pensó Alicia y lentamente se acercó y vio que con esfuerzo su cabeza entraría.

Esa tarde, la niña aprendió una importantísima lección sobre la realidad y la fantasía, porque nunca más olvidó que al meter toda su cabeza en el sucio y húmedo agujero, una enorme rata de campo le mordió la nariz dejándole una cicatriz que cargó toda su vida.






14 de marzo de 2015

It's comming!

Me dijiste “¡Cuidado!” y yo me callé. Comparable al mirar de reojo al cruzar la avenida y ver un automóvil viniendo hacia mi. Rápido. Fugaz. En un segundo las conexiones condujeron electricidad y brilló la luz roja del miedo. ¡Alto! llegó tu transmisión a mi cerebro. Y me paré de puntas de pie, ojos brillando, dedos agarrados, hombros arriba.

No. Un oscuro, denso y contundente NO esparciéndose en la cabeza. El NO absorbió todo y nada quedó. Solo un vacío tenebroso, una falta total de reacción. Absolutamente nada. E imaginé espuma electrificada saliendo de mi boca.

Pasaron segundos, no. Años, décadas, siglos, milenios, eras... y yo ahí. Fijo. Pegado al aire. Oliendo la electricidad que sale de mi boca. Observando, acurrucado, la oscuridad de mi cerebro.

Lentamente algo brota, y del abismo surge un pensamiento racional. "El terror afecta mi estado físico, o prontamente lo hará si es que aún no lo ha hecho". Y sigue creciendo...
Ahora la humedad repugnante surgida del miedo al futuro cercano se extiende, y empieza a tapar el vacío oscuro, denso y eléctrico del NO original. Algo va a pasar... y saberlo racionalmente aumenta la velocidad de la invasión. El Miedo se apodera de todo.

Algo va a pasar... sé que algo terrible y humillante va a pasar. ¡Se viene la tempestad! ¡Se viene el fin del mundo!

Se viene...

Esta ahí... ahí nomás...



8 de marzo de 2015

En el borde de la cama

El tintineo volvía a despertarme, la alarma sonaba y otro día de pesada rutina me esperaba. Abrí los ojos y me sobresalte. Sentado en el borde de la cama, con su gorro verde, zapatos en punta y una larga barba blanca había un pequeño duende que me miraba muy seriamente.

Me incorporé con el corazón latiendo terriblemente y vi con terror y asombro como el pequeño duende estiraba lentamente la mano ofreciéndome su puño cerrado. Era evidente que quería darme algo y por unos segundos no supe si sentir miedo o curiosidad, pero algo ocurrió que no pude controlar; estiré la mano abierta hacia él y el duende dejo caer algo entre mis dedos. Aterrorizado y asombrado por lo que había hecho, vi como en un instante el duendecillo saltó hacia el piso y corrió hacia la puerta.

En la mano tenía un papelito arrugado que decía solamente "Ven", salí de la cama y lo seguí. Ese día no fue gris, ni blanco, o negro; fue verde.